domingo, 24 de marzo de 2013

3. Un poco de historia

Stanley Hall es considerado un pionero en el estudio de la adolescencia. Este estudioso que introdujo al psicoanálisis en los Estados Unidos de América inició con sus trabajos del año 1904 una producción sobre el tema que no ha dejado de crecer. 

Para Hall la adolescencia era, como lo había sido para Rousseau en su Emilio, un segundo nacimiento a través del cual el joven llegaba relativamente indefenso a la edad adulta. Es necesario aclarar que el joven norteamericano de principio de siglo que tenía Hall ante los ojos era un ser educado en rígidos parámetros puritanos que reprimían fuertemente la sexualidad e imponían un profundo sentido del deber sobre el placer. (...)

Pero no fueron solamente las ideas religiosas las que influyeron sobre S. Hall, sino dos teorías científicas de la época: 1.la teoría de la recapitulación de Haeckel, y 2. la teoría de Lamarck.

Consideremos la teoría de la recapitulación de Haeckel. Tal como lo señala Louise Kaplan, las ideas sobre la adolescencia se vieron muy influidas por diferentes versiones de la teoría de Haeckel que provenía de la embriología en su formulación original y fue abandonada en ese campo no sin antes dejar fuertes huellas sobre algunos autores, entre ellos Hall y Freud. En ella se sostenía que la ontogenia recapitulaba la filogenia; es decir, que el desarrollo de un embrión humano pasaba por diferentes etapas en las que se parecía aun pez, a un pollo, un cerdo, estadios por los que habría pasado la evolución de la especie humana. Así formulada, esta idea se sostuvo poco; se aceptó que los embriones humanos se parecían notablemente a embriones de tales animales, no a sus formas adultas. En general, dentro de la biología esta teoría recapitulacionista se ha dejado de lado o se toma con fuertes precauciones.

Pero la idea de la recapitulación era tentadora y tuvo gran influencia en el campo psicológico dentro del cual se formuló como un volver a vivir etapas pasadas.

En su trabajo “Some problems of adolescence”, Ernest Jones, iniciador del estudio de la adolescencia desde el psicoanálisis, decía:

"Durante la pubertad se produce una regresión en dirección a la infancia, al primero de todos los períodos, y la persona vuelve a vivir, aunque en otro plano, el desarrollo por el que pasó en sus primeros cinco años de vida. /.../ Dicho de otra manera, significa que el individuo recapitula y expande en la segunda década de vida el desarrollo por el que pasó durante sus primeros cinco años, de la misma forma en que durante esos cinco años recapitula las experiencias de miles de años de sus antepasados, y durante el período prenatal, las de millones de años." (...)

Esta postura fue avalada por Anna Freud quien subrayó de este trabajo de Jones:

"que la adolescencia recapitula la infancia y que la manera en que una determinada persona ha de atravesar las necesarias etapas del desarrollo de la adolescencia está en gran medida determinada por la, modalidad de su desarrollo infantil."

Kaplan sostiene también que la teoría recapitulacionista cobró nuevas fuerzas en los últimos años al adaptar de manera errónea la teoría de Margaret Mahler acerca de la separación-individuación en los tres primeros años de vida y pensar a la adolescencia como una segunda etapa del mismo proceso. Mahler, a través de la observación de bebés y niños pequeños, hizo una descripción y teorización de gran importancia acerca del vínculo madre-hijo desde el comienzo de la vida, describiendo en los tres primeros años las siguientes etapas: autismo normal, simbiosis y separación-individuación. Pensar que la salida del hogar, la búsqueda de identidad, de profesión, la sustitución de afectos, fuera una segunda vuelta de aquella primera separación-individuación ha tentado a algunos autores. Estos pensaron que no se termina de superar la simbiosis de la primera infancia de manera definitiva hasta la adolescencia, cuando existe la posibilidad real de separación física de los padres y, concomitantemente, la posibilidad de terminar de estructurar la propia personalidad.

Peter Blos fue quien introdujo el concepto de "segunda separación-individuación", pero tal denominación no significa para este autor calcar etapas ya vividas. Blos consideraba que este proceso en la adolescencia tenía características propias, bien diferentes de las infantiles sobre todo en la medida en que entrañaba la conciliación de la moralidad y la genitalidad.

Así lo expresaba Blos:

"Si el primer proceso de individuación es el que se consuma hacia el tercer año de vida con el logro de la constancia del self y del objeto, propongo que se considere la adolescencia en su conjunto como segundo proceso de individuación. (...) Por último, aunque esto no es menos importante que lo anterior, cualquiera de ellos que se malogre da lugar a una determinada anomalía en el desarrollo (psicopatología) que corporiza los respectivos fracasos en la individuación. Lo que en la infancia significa 'salir del cascarón de la membrana simbiótica para convertirse en un ser individual que camina por sí sólo' (Mahler, 1963), en la adolescencia implica desprenderse de los lazos de dependencia familiares, aflojar los vínculos objetales infantiles para pasar a integrar la sociedad global, o simplemente, el mundo de los adultos."

Respecto a la segunda teoría mencionada, la de Lamarck, la misma tuvo influencia también sobre Hall y Freud. En particular Hall trasladó estas ideas a la adolescencia. Si Lamarck postulaba que lo adquirido a lo largo de la vida podía heredarse, Hall entendía que esto también servía para las características psicológicas adquiridas durante la adolescencia. Esta era, por lo tanto, una etapa privilegiada para que la humanidad mejorará a través de la educación en lo relativo a la inteligencia, a la ética ya la religiosidad. Como consecuencia de este pensamiento Hall entendía que era positivo prolongar la adolescencia lo más posible para aprovechar este efecto benéfico sobre las futuras generaciones que se verían mejoradas. Aconsejaba así prolongar la formación del joven mientras sus deseos sexuales se canalizaban a través del deporte y la comunión con la naturaleza. 

Recapitulacionismo y Lamarckismo fueron teorías propias de la modernidad. En buena medida parece ser que también el propio psicoanálisis puede entenderse así. Dice Pablo Grinfeld en su trabajo "Posmodernismo y diversidad psicoanalítica":

"Fácil darse cuenta que el discurso del psicoanálisis se inscribe de lleno entre los discursos que configuran la historia moderna. Su crecimiento también coincide con el comienzo de nuestro siglo."

Tal situación podría explicar que, al cambiar la época la teoría psicoanalítica, tuviera dificultades para explicar los nuevos fenómenos. Pero también es importante señalar que, para que ocurriera tal cambio, el pasaje de la modernidad a la posmodernidad, el psicoanálisis hizo lo suyo, es decir  . Tómese como ejemplo el siguiente párrafo del trabajo "Malestar en la cultura psicoanalítica: del sujeto autocentrado al pluralismo posmoderno", de Juan A. Cabanne y Héctor Petrucci: 

"Desde Freud se resquebraja la solidez de la palabra, aquella de la moderna Ilustración que instituía a la razón del hombre indiviso, que establecía las esferas de los regímenes de la verdad y la autocerteza del pensamiento. El Sujeto aparece como una biografía que se desconoce, como último bastión de la Razón moderna para no caer en su total descrédito. Hasta el momento todo pasaba por un dato clave: la conciencia, a partir de Freud la palabra se interna en el caos de lo psíquico, iluminando el mundo de lo inconciente."

Y citemos al mismo Freud ya maduro en sus ideas, el de El malestar en la cultura, cuando modeliza los contenidos del inconciente, las huellas del pasado individual a imagen y semejanza de una acumulación de ruinas estratificadas a lo largo del tiempo como en las ciudades antiguas de Europa. En esa estratificación nada se pierde, todo se superpone

"Así llegamos a este resultado: semejante conservación de todos lo estadios anteriores junto a la forma última sólo es posible en lo anímico, y no estamos en condiciones de obtener una imagen intuible de ese hecho."

Es decir que imagina un inconciente en el que no existe la piqueta moderna sino en el que conviven y se reciclan huellas a través de productos tales como los sueños en el mejor estilo del pastiche posmoderno. El mismo se encarga de limitar tal imagen:

"Quizás hemos ido demasiado lejos en este supuesto. Quizás debimos conformarnos, con aseverar que lo pasado puede persistir conservado en la vida anímica, que no necesariamente se destruirá. Es posible, desde luego, que también en lo psíquico mucho de lo antiguo - como norma o por excepción - sea eliminado o consumido a punto tal que ningún proceso sea ya capaz de restablecerlo y reanimarlo, o que la conservación, en general, dependa de ciertas condiciones favorables. Es posible pero nada sabemos sobre ello. Lo que sí tenemos derecho a sostener es que la conservación del pasado en la vida anímica es más bien la regla que no una rara excepción."



DI SEGNI, Silvia; OBIOLS, Guillermo. ADOLESCENCIA, POSMODERNIDAD Y ESCUELA SECUNDARIA. La Crisis de la enseñanza media. Biblioteca de actualización pedagógica. Kapelusz, Provincia de Buenos Aires, Argentina, 2001. Cap. II. Ser adolescente en la posmodernidad.

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