En varios textos, pero sobre todo en su libro Homo Academicus, Bourdieu examina
estos procedimientos, la confrontación entre diversas posiciones dentro del campo
científico y sus efectos en las obras, los temas y los estilos. ¿Cuánto del desarrollo
de una disciplina depende, además de las obvias exigencias epistemológicas y científicas, de las condiciones sociales en que se produce el conocimiento y de las
que nunca se habla: las relaciones de solidaridad y complicidad entre los
miembros de un claustro a una institución, entre quienes pertenecen al comité de
redacción de una revista o a los mismos jurados de tesis? ¿Cuánto depende de las
relaciones de subordinación entre alumnos y maestros, entre profesores asistentes
y titulares? La lógica que rige esos intercambios sociales entre los miembros de
cada campo intelectual, el sistema de tradiciones, rituales, compromisos sindicales
y otras obligaciones no científicas “en las que hay que participar”, es el
“fundamento de una forma de autoridad interna relativamente independiente de
la autoridad propiamente científica”.
Sin embargo, la autonomía de los campos culturales nunca es total. Existe una
homología entre cada campo cultural y “el campo de la lucha de clases”. Gracias
a esta correspondencia, el campo cultural logra que sean aceptados como naturales
sus sistemas clasificatorios, que sus construcciones intelectuales parezcan
apropiadas a las estructuras sociales. La acción ideológica de la cultura se cumple
entonces mediante la imposición de taxonomías políticas que se disfrazan, o se
eufemizan, baja el aspecto de axiomáticas propias de cada campo (religiosas,
filosóficas, artísticas, etcétera). En el poder simbólico se transfiguran las relaciones
básicas de poder para legitimarse.
Como parte de su deficiente tratamiento de las estructuras institucionales, hay que
decir que no sitúa el poder simbólico en relación con el Estado. La ausencia del
papel del Estado va junto con la sobrestimación del aspecto simbólico de la
violencia y el desinterés por la coerción directa como recurso de los dominadores.
Por más importante que sea la cultura para hacer pasible, legitimar y disimular la
opresión social, una teoría del poder simbólico debe incluir sus relaciones con lo no
simbólico, con las estructuras —económicas y políticas— en que también se asienta
la dominación. Uno de los méritos de Bourdieu es revelar cuánto hay de político
en la cultura, que toda la cultura es politica; pero para no incurrir en
reduccionismos, para construir adecuadamente el objeto de estudio, es tan
necesario diferenciar los modos en que lo artístico, lo científico o lo religioso se
constituyen en político como reconocer los lugares en que lo político tiene sus
maneras especificas de manifestarse.
Finalmente, el carácter formalista de su planteo es patente cuando describe la
posible solución. “La destrucción de este poder de imposición simbólica fundado
sobre el desconocimiento supone la toma de conciencia de lo arbitrario, es decir el
develamiento de la verdad objetiva y la aniquilación de la creencia: es en la medida
en que el discurso heterodoxo destruye las falsas evidencias de la ortodoxia,
restauración ficticia de la doxia, y así neutraliza el poder de desmovilización, que
contiene un poder simbólico de movilización y subversión, poder de actualizar el
poder potencial de las clases dominadas.”
Para nosotros (Canclini), la opresión no se supera solo tomando conciencia de su arbitrariedad, porque ninguna opresión es enteramente arbitraria ni todas lo son del mismo modo. La dominación burguesa, por ejemplo, es “arbitraria” en el sentido de que no está en la naturaleza de la sociedad, de que es un orden
constituido, pero no podemos considerarla arbitraria si la vemos como
consecuencia de un desenvolvimiento particular de las fuerzas productivas y las
relaciones socioculturales. Por la tanto, la superación de la cultura y la sociedad
burguesa requieren la transformación de esas fuerzas y esas relaciones, no apenas
tomar conciencia de su carácter arbitrario.
Néstor Garcia Canclini en:
Bourdieu, Pierre, Sociología y cultura, México, Grijalbo, 1990. INTRODUCCIÓN: LA SOCIOLOGÍA DE LA CULTURA
No hay comentarios:
Publicar un comentario